marzo 12, 2013

Cinco días con Yoani Sánchez



CINCO DÍAS CON YOANI SÁNCHEZ
Por Manuel Pereira

Conversación con Yoani Sánchez y Manuel Pereira. 
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 13 marzo 2013.

Hace veinte años recibí en Barcelona una carta de mi amigo el periodista cubano Reinaldo Escobar en la que me decía: "Conocí a una bella filóloga, se llama Yoani Sánchez y le gustó mucho tu libro La quinta nave de los locos".
Desde entonces quería conocerla en persona. Pero durante años el gobierno le negó hasta veinte veces la salida de Cuba. Mientras tanto, sus premios internacionales se acumulaban y su merecidísima fama creció como la espuma. Finalmente las autoridades insulares la dejaron viajar y ella escogió, para leer en el avión, mi novela Un viejo viaje, distinguiéndome así con ese inesperado honor.
La esposa de mi amigo había iniciado una gira internacional tan larga como su ya emblemática cabellera. Su vuelta al mundo en ochenta días, la trajo a México procedente de Europa la madrugada del 9 de marzo. Acudí a recibirla en el aeropuerto. Después de tantos mensajes en el ciberespacio y llamadas telefónicas, por fin pude abrazarla.
Ya en Brasil algunos grupúsculos favorables al gobierno cubano la habían insultado con inusitada virulencia. Ante la posibilidad de que un episodio tan desagradable se repitiera en México, solicité protección oficial para Yoani y le fue concedida.
Cuando ella vio los guardaespaldas y los vehículos blindados, me dijo en tono jocoso: "oye, muchachón, te pasaste con la escolta. Yo no estoy acostumbrada a que la policía me cuide sino a que me persiga".
Salvo uno de mis alumnos encargado de registrar las imágenes de su llegada, nadie sabía el día ni la hora del aterrizaje de Yoani en México. Ese secreto celosamente guardado evitó que aquí se reprodujera el recibimiento hostil que la célebre bloguera sufrió en Recife.
Sentados en una cafetería del aeropuerto, exclamó: "¡qué ciudad más luminosa, desde el avión se ve llena de luz!", y agregó, "¡qué triste nuestra Habana con tan pocas luces y tantos apagones!".
Inmediatamente organizamos su agenda que abarcaba cinco días entre Puebla y el DF. Noté que le faltaba un diente, lo cual le confiere un aire de niña traviesa cuando se ríe. Esa pieza la perdió en un forcejeo con cuatro mujeres policías cubanas cuando quisieron quitarle la ropa en un calabozo. Yoani cayó al suelo y se golpeó la boca con la puntera metálica de la bota de una de las policías.
Le dije: "Te pareces a Amy Winehouse, a quien le faltaba el mismo diente y en el mismo lugar". "Pero yo no sé cantar, contestó, ya me hubiera gustado cantar como ella".
Enseguida se puso a teclear en la pantalla táctil de su inseparable tableta digital. "Trabajo como una hormiguita", comentó. Pero aquella tableta electrónica le daba más bien la apariencia de una remota escriba sumeria imprimiendo cuneiformes en la arcilla del siglo XXI. Además, su chal anaranjado echado sobre los hombros me traía a la memoria los monjes budistas con túnicas azafranadas que desfilan en fila india por las calles de Nueva Delhi. Algo exótico, entre místico y oriental, emana de su frágil figura sin por ello dejar de ser cubanísima.
Mi labor consistía en concertar encuentros con los innumerables medios que querían entrevistarla, pero también sería su cicerone. La llevé a conocer las ruinas del Templo Mayor que la deslumbraron y su rostro se iluminó con los retablos barrocos en la Iglesia de la Enseñanza y en la Catedral del Zócalo donde nos esperaba "Cachita", nuestra Caridad del Cobre. Visitamos el Sagrario, donde José Martí se casó con Carmen Zayas Bazán en 1877. Yoani compró estampitas de la Guadalupe y de San Judas Tadeo para cumplir con un encargo de su mamá. Quedó fascinada con el Sanborns de los Azulejos y el Palacio de Bellas Artes. Luego fuimos al mercado de artesanías de La Ciudadela donde le obsequié un huipil verde. Su infinita curiosidad cultural la hacía sacar fotos de todos los detalles, desde un mural de Orozco hasta el motivo ornamental de una puerta de vidrio esmerilado.
Su afán de explorarlo todo se extendía a la gastronomía mexicana. Con antojo infantil, comió tacos al pastor y de arrachera, huitlacoche, escamoles, pozole, quesadillas, pollo con mole, tortillas de maíz azules y verdes, tamales de rajas...
Pero los gritones no se hicieron esperar. Aparecieron en Puebla, frente al hotel donde ella se hospedaba y en cuyos salones tenían lugar las sesiones de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) de la que Yoani es vicepresidenta regional. Desde la banqueta coreaban arcaicas consignas y desplegaban pancartas. No pasaban de veinte. Unos cuantos lograron colarse en el hotel y durante un minuto armaron su show. Puesto que yo moderaba la conferencia de prensa de Yoani, exigí un tono respetuoso en las preguntas. Finalmente, no pudieron reventar su disertación.
Una de las preguntas más recurrentes se refería a la financiación de su viaje supuestamente sufragado por la CIA: monumental mentira destinada a desacreditar su poderosa imagen. Su iPhone 5 fue un regalo que le hicieron en España. La maleta que arrastraba, así como la tableta digital: obsequios de admiradores brasileños. Amigos mexicanos y cubanos la agasajaron con diversos presentes, desde sandalias hasta gafas de sol pasando por una Catrina de barro con pintura vidriada para su hijo Teo, a quien le gusta la música gótica. Muchos se desvivían por invitarla a comer. Otros gastos mayores -pasajes de avión y hoteles- corrieron por cuenta de las instituciones que la invitaron: la SIP en Puebla y la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México.
Pero los vociferantes no atienden a razones, insisten en repetir sus mantras con una obstinación digna de Goebbels, quien afirmaba que"una mentira mil veces repetida se transforma en verdad". Todos los totalitarismos se parecen, así que no es raro que el nazismo y el comunismo guarden más de una simetría.
En el Senado de la República reaparecieron los vocingleros. Tampoco pasaban de veinte manifestantes. Agitaban banderas rojas que ya no se ven ni en Rusia. Ya que están tan interesados en la financiación del viaje de Yoani, cabría preguntarse quién los subvenciona a ellos. ¿De dónde sacan dinero para andar gritando a todas horas en vez de estar trabajando o estudiando? ¿De dónde sacan recursos para el traslado en camionetas, para la comida o los refrigerios, las banderas que queman, los carteles, la megafonía, los globos y los dólares falsos que arrojan a puñados?
Aparte de defensora de los derechos humanos en la mayor de las Antillas, Yoani es más que una filóloga, una bloguera, una tuitera o una periodista: ha devenido una escritora. Su capacidad para elegir la palabra precisa, las profundas lecturas que atesora, su sintaxis impecable que también se expresa en su elocuencia, la contundencia de sus conceptos y la elegancia de sus símiles, la han convertido en una ensayista a ritmo de blog. Apremiada por la urgencia de reportar su propia vida y la de sus conciudadanos, esa cadencia trepidante no afecta la calidad literaria de su prosa. Quizá la limitación de twitter a 140 caracteres la ha obligado a sintetizar sus ideas llegando así a la concisión del estilo lapidario. Ella tiene el pensamiento compacto y afilado, algo difícil de encontrar incluso entre escritores laureados con el Premio Nobel. Las viñetas de la vida cotidiana cubana que publica en su blog combinan hábilmente pasajes narrativos con relámpagos ensayísticos. Para ella, la literatura -el arte de narrar- es mucho más que un simple entretenimiento para gente ociosa.
Durante cinco días solamente tuvo que soportar dos actos de repudio en los que participaron unas cuarenta personas en total. ¿Qué son cuarenta detractores comparados con los cientos de admiradores que la saludaban afectuosamente en todas partes? Una gota de agua en el océano. La gente en la calle la besaba, los meseros le estrechaban la mano, otros venían con su libro Cuba libre pidiéndole un autógrafo, todos querían tomarse fotos con ella.
A los organizadores de los dos actos de repudio les salió el tiro por la culata. Con esos mítines no hicieron más que aumentar su cobertura de prensa, multiplicando a escala mundial su imagen y su palabra.
En la Universidad Iberoamericana, donde doy clases desde hace ocho años, la Vicerrectoría Académica y el Departamento de Comunicación organizaron una charla de Yoani con maestros y alumnos. El evento logró reunir a más de doscientas personas, muchas sentadas en el suelo. Los aplausos al final fueron tan atronadores que hasta el estrado donde yo estaba con ella vibró.
Esa era la impresión que yo quería que ella se llevara del noble pueblo mexicano.
Temprano en la mañana del 14 de marzo voló rumbo a Nueva York. Tampoco esta vez le dije a nadie ni el día ni la hora de su partida. Desde el avión, ella tuiteó: "México me ‘robó' el corazón, confieso que tuve ganas de no tomar este avión y de quedarme más tiempo allí".




Conversación con Yoani Sánchez y Manuel Pereira. 
Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 13 marzo 2013.


(*) Texto publicado en el periódico El Universal. Ciudad de México. 1 de Abril 2013.

marzo 11, 2013

Yoani Sánchez en México


YOANI SÁNCHEZ EN MÉXICO

Video de la llegada de Yoani Sánchez a la Ciudad de México y su encuentro con Manuel Pereira
9 de marzo del 2013. 6:45 a.m. 



El escritor cubano Manuel Pereira y la bloguera Yoani Sánchez en el aeropuerto de la Ciudad de México. 9 de marzo del 2013. 7:15 a.m.

En el Centro de Puebla. 9 Marzo 2013. 1:28 p.m.

En la SIP de Puebla. 10 Marzo 2013.

Parte 1.- Conferencia de Prensa Yoani Sánchez, SIP Puebla 2013


Parte 2.- Conferencia de Prensa Yoani Sánchez, SIP Puebla 2013


marzo 07, 2013

Presentación El Ornitorrinco y otros ensayos


EL ORNITORRINCO Y OTROS ENSAYOS
PRESENTACIÓN DEL MÁS RECIENTE LIBRO DE MANUEL PEREIRA EN LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA, CIUDAD DE MÉXICO 
5 MARZO 2013
Arquitecto José Luis Cortés (Director de Educación Continua), Manuel Pereira, Vicerrector Javier Prado Galán,
y el Dr. Juan Alcántara del Departamento de Letras.


Aproximaciones a El ornitorrinco y otros ensayos 
Por Tania Favela Bustillo (*)
Quiero comenzar con unas palabras del poeta norteamericano Ezra Pound que aparecen en su libro El arte de la poesía:
De las artes aprendemos que el hombre es caprichoso, que un hombre difiere de otro. Que los hombres difieren entre sí como las hojas de los árboles. Que no se parecen los unos a los otros como los botones que hace una máquina. También aprendemos de las artes en qué forma se parece el hombre y en qué forma difiere de otros animales […] Aprendemos que no todos los hombres desean las mismas cosas y que por lo tanto no sería equitativo dar a cada uno dos hectáreas de tierra y una vaca […] Si todos los hombres desearan sobre todas las cosas dos hectáreas de tierra y una vaca, es obvio que el estado perfecto sería el que diera a cada hombre dos hectáreas de tierra y una vaca.

Al igual que para Ezra Pound, para Manuel Pereira, el arte proporciona datos sobre la naturaleza humana y nos permite conocer al hombre, a los hombres, en lo esencial y en lo contingente.

En El Ornitorrinco y otros ensayos Pereira pone a dialogar diferentes tiempos y espacios a través de un recorrido discontinuo y fragmentario por las distintas artes. El cine, la pintura, la poesía, la literatura y la arquitectura, le permiten explorar los distintos fenómenos culturales y sociales, y desenmascarar los discursos que intentan homogeneizar la experiencia y la vida del hombre en nombre de las utopías.  El ornitorrinco, que da título al libro, es al mismo tiempo el eje que guía nuestra lectura: ese ser híbrido, ese “palimpsesto zoológico” como lo llama Pereira, se enfrenta, por su diversidad, con la mentada uniformidad del mito de Procusto, del que Pereira habla en su ensayo “Historia del ojo”:



En la mitología griega el bandido Procusto secuestraba a los viajeros que pasaban cerca de su guarida donde escondía una cama muy singular, pues era regulable. Tras acostar y amarrar a sus víctimas en aquel catre, Procusto lo alargaba o acortaba a su antojo. Con tal de que el prisionero encajara en las cambiantes medidas de su maléfico camastro, si el cautivo resultaba más pequeño que el lecho, Procusto estiraba sus miembros hasta descoyuntarlos con tal de que diera la medida que caprichosamente él había decidido de antemano. Si el infeliz era más largo que la cama, le cortaba los pies. La obsesión de Procusto consistía en que todos los seres humanos se acoplaran a las medidas por él concebidas […]

El artista, al igual que la naturaleza misma, se resiste a la homogenización, a la mediocridad, a la uniformidad. En sus ensayos Pereira nos muestra con agudeza, humor y claridad, cómo la multiplicidad biológica y la diversidad de los estilos artísticos se alzan, de manera implícita y explícita, en contra de los igualitarismos, de los totalitarismos y de cualquier ideología que intente mutilar la imaginación del hombre.


La escritura es para Pereira un espacio de libertad, el ensayo una aventura del pensamiento. Escribir es pensar la realidad, reinterpretar e imaginar a partir de un yo responsable, de un yo que siente, experimenta y piensa el mundo desde una situación particular. El “yo opino” de Montaigne: ese conocimiento de sí mismo, se vuelve una  herramienta indispensable para Manuel Pereira; es la puerta de entrada al mundo, la posibilidad de construir, mediante la emoción y la razón, una interpretación de aquello que sucede. El ensayista, y esto es evidente en los ensayos de Pereira, no nos da sólo resultados, conclusiones, más bien nos invita a entrar en su proceso de pensamiento, nos invita a pensar con él, de ahí el carácter dialógico del ensayo. Manuel Pereira, más de una vez alude a su lector, lo llama, lo pone frente a su lenguaje, frente a ese tejido emocional-intelectual para que reflexione su propia situación en el mundo.
Ética y estética se engarzan, entonces, en el ensayo. Como en todo género literario, no es posible separar a la forma del contenido, lo que se dice del cómo se dice. El estilo, la manera de exponer, es el apoyo mismo del ensayo. El lenguaje dinámico, lúdico, que utiliza Pereira, nos ayuda a entrar en ese mundo de transformaciones continuas, en esas metamorfosis conceptuales y sonoras que nos revelan, como en un prisma, los distintos ángulos del ser humano, su paso por el mundo; nos señala lo que permanece y lo que cambia: los errores que se repiten y los aciertos que se suceden.  Pereira muestra a partir de sus correspondencias, de sus asociaciones y del tejido mítico/histórico que pone al descubierto, la complejidad de la naturaleza humana.
En su ensayo “La metafísica del hambre”, Pereira escribe, de entre muchas otras cosas, sobre el canibalismo, y desde ahí hace referencia a diversos escritores latinoamericanos: Oswald de Andrade, Alfonso Reyes, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, entre otros, proponiéndolos como antropófagos culturales, ya que todos ellos se nutrieron de distintas culturas, todos ellos supieron pensarse desde sí y desde los otros. Considero, que al igual que los escritores mencionados, Manuel Pereira es un caníbal cultural; se come al mundo para crear su propio mundo, un mundo construido a partir de muchos otros textos que Pereira sabe leer y reinterpretar, un mundo que nos lleva a una comprensión de lo humano y que nos permite vislumbrar a la cultura como un gran palimpsesto que sólo algunos se aventuran a leer. Para terminar, me restaría sólo incluir el nombre de Manuel Pereira en la lista de los grandes antropófagos culturales.

(*) Texto leído por la poeta mexicana en la segunda presentación del libro, el 6 de marzo del 2013 en el FCE Octavio Paz, de Miguel Ángel de Quevedo.


El ornitorrinco y otros ensayos de Manuel Pereira
Notas para una presentación
Por Juan Alcántara (*)

Hoy tenemos en nuestras manos el último libro de ensayos de Manuel Pereira.
Suman tres ya: La quinta nave de los locos, Biografía de un desayuno (2008) y El ornitorrinco y otros ensayos.
Los dos últimos han sido escritos y publicados en México
El nuevo libro no consiste en una simple reunión de ensayos (el autor es un maestro del ensayo).
Es un libro orgánico y unificado, no sabemos si en razón de un diseño deliberado, o porque no podía ser de otra manera.
Los 15 ensayos que lo componen, a simple vista, tienen dos ejes:

Los animales: el ornitorrinco, el manatí, el ratón, el mamut, etc.
Las partes del cuerpo: el ojo, el rostro, el puño, el pie, etc.
(Otras series posibles: los objetos, los accidentes geográficos, las figuras mitológicas, las referencias cinematográficas.)

Los materiales que escoge para sus ensayos ya revelan su personalidad: trazos, colores y figuras características.
Pero hay algo mucho más vasto, profundo y complejo que subyace a esa animación de la textura ensayística.
El autor parecería trabajar como un recolector, un coleccionista de fragmentos, un reconstructor o restaurador de estructuras profundas, de realidades invisibles cuyas evidencias están desperdigadas. Y que no vemos ya sea porque son gigantescas, o porque estamos inmersos en ellas.
En esto Manuel Pereira se revela como un ensayista profundamente individual, distinto y característico.
Pero sobre todo hay un "método" que él ha hecho suyo por completo.
Hace poco he leído El Huracán: su mitología y sus símbolos (1947), del antropólogo cubano Fernando Ortiz.
En él examina un antiguo glifo torpemente esculpido en una figura prehispánica de piedra.
Minuciosamente revisa las interpretaciones de los especialistas, lo explora formalmente en todos sus aspectos, lo compara con glifos semejantes de la isla de Cuba, descarta hipótesis, arriesga otras, vuela hasta otras culturas y otras mitologías para sugerir que se trata del dios Huracán, añade pesquisas geográficas, meteorológicas, históricas, considera la mitología, la religión y el arte de la América prehispánica continental…
Y cuando el lector menos se lo espera ya está sumergido en un gigantesco huracán imaginativo que arrastra innumerables vínculos y relaciones sorprendentes entre todo tipo de épocas y tradiciones.
Es una gran libertad, pero a la vez es el rigor de una imaginación poderosa.
Pensé inmediatamente en el método de Manuel Pereira.
Consultado, me confirmó que Ortiz es uno de sus maestros (junto con Lezama Lima, por supuesto).
Una desinhibición absoluta para dar saltos espacio temporales y emparejar seres, cosas, dioses, obras, ideas aparentemente inconciliables.
Una lógica descabellada de pronto se manifiesta sensata, productiva, reveladora de la verdad; todo tiene conexiones, resonancias, implicaciones, ecos, vasos comunicantes, raíces comunes; todo puede ser semejante u oponerse dentro de las estructuras laberínticas que el ojo interno del ensayista persigue infalible antes de sacarlas a la luz para estupefacción del lector.
Nadie, hoy en día, hace ese tipo de ensayo (al menos no en lengua española).
Sin embargo, nuevos los ensayos de El ornitorrinco son también diferentes a los anteriores.
Son, la mayor parte, manifiestamente políticos.
No son, afortunadamente, comentario político del momento, ni opinión que se alinea con un grupo o una ideología, ni panfleto acusatorio ni doctrina abstracta.
¿Qué son, qué buscan entonces?
Cito a Kant:
"La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad... El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración."
Eso es lo que quiere el ensayista, que dejemos la comodidad de la minoridad tutelada y que reconozcamos con nuestras propias luces verdades tan simples como las siguientes:
Que no vale la pena sacrificar la libertad presente por un sueño futuro.
Que los credos políticos son tan antiguos como el peine y el vaso, y que sólo sus resultados en la práctica cuentan para juzgarlos.
Que la injusticia y la opresión son iguales en cualquier parte del mundo, sin importar qué tipo de justificación doctrinal las cobije.
Que no hay dictaduras "menos malas" que otras en razón de sus buenas intenciones.
Que no hay comunidades ni países que estén exentos de caer cuando menos lo esperan en formas sutiles o groseras de la opresión.
Que la capacidad de engañar y de autoengañarse del ser humano es infinita y hay que estar siempre alertas.
Manolo en sus ensayos y relatos se ha mostrado como heredero directo de Voltaire (y aquí pienso tanto en sus ensayos como en sus narraciones).
No establece del todo una diferencia entre narrar, criticar, buscar, ensayar, divertir, imaginar y, a la vez, dar con el dedo en la llaga.
La "cultura" no es un mero adorno en el panorama de la vida del hombre: es la ocasión, una y otra vez renovada, de conocernos a nosotros mismos y de saber dónde y cómo estamos y qué debemos hacer para preservar la dignidad y la libertad humanas que, una vez más, hacen posible esa misma cultura.
¡Grave responsabilidad! Y sin embargo es un placer leer los ensayos de Manuel Pereira.
Los invito a leer sin demora El ornitorrinco y otros ensayos.


(*) Texto leído por el Doctor y Académico del Departamento de Letras Juan Alcántara. Martes 5 de febrero de 2013. Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.



Arquitecto José Luis Cortés (Director de Educación Continua), Manuel Pereira, Vicerrector Javier Prado Galán,
y el Dr. Juan Alcántara del Departamento de Letras.